La edad ósea no siempre coincide con la edad real del niño, por eso hay unos más altos y otros más bajitos respecto a su edad cronológica. La velocidad a la que crece el esqueleto no sigue un patrón fijo y varía de unas personas a otras. Se cree que es una característica que se hereda, ya que muchos padres preocupados por la altura de su hijo, se sorprenden con un estirón tardío y recuerdan que ellos también experimentaron un patrón de crecimiento similar.
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